Según la abuelita de Pamela, la compañerita de mi hija Astrid en el colegio, mi perrito Loocky nació, el año pasado, el 25 de enero. Casi dos meses después, cuando todavía no se llamaba así, fui a traerlo junto a mis hijos y mi esposa a la casa de la doña. En la cochera, nos esperaban cinco preciosos cachorros, pero solo uno era el nuestro... Loocky.
Desde que lo vimos, sobre todo mis hijos, y mi hija en especial, pues a ella se lo habían regalado y ya le había puesto su nombrecito mucho antes de conocerlo, el amor de nosotros hacia ese cachorrito brotó más rápido que la efervescencia de una Alka Seltzert en un vaso con agua. Ahí me quedó más claro, por si tenía dudas, que el amor a primera vista sí existe.
Un año ha pasado desde que nació, hoy es su cumple, y casi tengo 10 meses de tenerlo. Ya no me recuerdo de lo aburrida que podía ser mi vida, y las de mi hijos y esposa, sin la presencia en casa de este perrito, sus ladridos, sus juegos, sus poses, su "hueva" y su linda lengüita de fuera, entre otras cosas. No hay duda, es otro miembro de mi familia, con sus derechos, y sus obligaciones, las que no hace ni le exigimos tampoco. Él es el niño chiquito, el bebé, el muñequito, etc.
Cada día que pasa, Loocky también alegra mi existencia; llegar a casa y verlo saltar, corretear, ladrar, alegrarse, quizás hasta más que los míos, porque su "papi" llegó, parafraseando a los ya conocidos anuncios de Mastercard, no tiene precio. Gracias a Dios, mi familia, y yo, tenemos un gran amigo. Ojalá permanezca mucho tiempo con nosotros, porque ya no sé que sería de nosotros sin él.
Por cierto, ya no uso la alarma de mi "cel", pues religiosamente, a las 5 de la mañana, ya está "tocando" mi puerta porque quiere ir a echar su pis...y hacer del 2.
Comentarios
Regina